Funcionamos bien pensando que todo seguirá siendo tal cual lo soñamos o lo programamos, que seguirá paso a paso su destino, aguantando el equilibrio por el desfiladero de la rutina, como la fidelidad de la noche a la luna o del sol al día, quieres convencerte que no pasa nada, que todo esta controlado, que todos los eventos tienen siempre la suave continuidad que enmarca nuestra realidad, dulce, agradable,sin salir de lo preescrito.
Pero olvidamos que de pronto la realidad se puede romper, estallar en mil pedazos, es entonces cuando se huele a desorganización, dándote de bruces contra el hormigón, quitándote del pensamiento la omnipotencia que te hizo creer que todo estaba bajo control, sin mas, de un segundo a otro, llega la triste noticia de que algo se ha descompuesto, que se resquebraja por momentos, que uno de tus muchos pedazos internos está en peligro de extinción o simplemente desapareció.
Entonces el miedo se convierte en el pasajero menos indicado para resolver la situación, pero te dejas llevar por su oportunismo y en su esplendor, se apodera de la oscuridad de tus rincones y donde antes existía la algarabía de las emociones, da paso a la consternación de no saber donde colocar la impotencia de colorear mas allá de anacronismo, haciéndote sentir que el suelo se mueve bajo tu pies, que nada tiene la posibilidad de ser eterno, que no es cierto que el día tiene 24 horas, ni que te llamas como creías...
PD:
No hay que jugar
a menospreciar
la posibilidad
de que todo pueda
desaparecer
en un santiamén...